miércoles, 8 de diciembre de 2010

Villancicos de Elevador

Qué abismo la navidad oficinista. Qué sordera. Qué cruda se le deja ir a la secretaria, que al día siguiente la mano le tiembla demasiado como para picarle al Escape y salirse de ahí corriendo a que los tacos más cercanos le quiten la náusea. Qué locura regalarle al extraño, al que te roba el espacio para el coche todos los días, al del codazo. ¿Qué pasa, por Dios, con esa canción que repite hasta la extirpación de los ojos: -panamericano, panamericano-? Qué hoyo negro el smalltalk diabético, el administrativo y el neteo cubocampechano. Qué infierno añadir a la luz neón de las caballerizas, las luces rítmicas del árbol blanco y enano. Y la mirada rivotrilada de San José.

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